06 octubre 2006

Áridos

Camino de un costurón que sangra áridos observo que el otoño prendió en los árboles de las riberas. Es un aviso en naranja, rojo y amarillo. Caerá como una manta rota, y su peso desnudará los troncos desplomando las hojas por el suelo. Así, a golpes, van pasando los días, como en oleadas. Busco un noray al que amarrar el barco de la desesperanza, y encuentro uno donde duermen dos niños, cocidos en sus pijamas de colores, aferrados a un perro y a un leopardo. Los beso al llegar de la calle, cuando me acuesto, por la mañana si aún duermen. Espero que la devoción que les profeso les cale hondo, los infle de seguridad y también de paz, y que crezcan siendo felices y buenos. Aunque llegue el otoño.