04 octubre 2005

Bell, book and candle (1958)

Aquí se llamó Me enamoré de una bruja.

En el año de Vertigo, Kim Novak y James Stewart repiten protagonismo en este divertimento de Richard Quine. Es una muy correcta película, que no sólo de obras maestras vive el cinéfago. Tiene un desarrollo previsible, pero con todo el glamour de sus protagonistas, tanto los principales como los secundarios.

Ese ambiente de club, los bongos que toca Jack Lemmon, la desternillante Elsa Lanchester, los trajes, la espaaaalda de Kim Novak, el tartamudeo de Stewart y su magnífico despacho de editor, su secretaria, los abrigos de visón, el esmoquin. Qué estilazo.

Una sociedad alegre, despreocupada, que aún no atisba la ruptura y el posterior estallido y crisis que se vivirá a finales de los sesenta. Esta sociedad satisfecha y pagada de sí misma se permite tontear con la magia. Eso sí, magia blanca. Sólo drogas autorizadas, tabaco, martinis y bourbon con hielo, y como mucho, potingues de bruja de mesa camilla.

Etiquetas: